Por Laura Otilia Pérez
William G. Sutherland, padre de la terapia craneosacral y alumno directo de Andrew T. Still, padre de la osteopatía, pasó 40 años desarrollando los cinco principios del modelo biomecánico (que no biodinámica) de la terapia craneosacral:
El Mecanismo Respiratorio Primario, pero hacia el final de su vida la escritura de Sutherland experimentó un cambio de énfasis para incluir no sólo la mecánica y los movimientos infinitesimales de las estructuras del cuerpo, sino también una creciente reverencia por el Aliento de Vida: “La expresión de la Inteligencia de la vida misma”, la fuerza de vida inherente del cuerpo humano que está detrás de sus ritmos involuntarios y que conlleva la capacidad de auto curación.
Fue durante estos últimos años de su vida que comenzó a describir principios como ser un observador más pasivo a observar la capacidad de auto curación como la fuente primaria de curación, antes que el intento del terapeuta de reducir los patrones de tensión. Esto dio nacimiento al modelo biodinámica.
Desde el punto de vista biodinámica, el Aliento de Vida es el motor que crea distintos fenómenos dentro del cuerpo humano, algunos de ellos conocidos como Mareas.
Estas mareas son ritmos que subyacen a cualquier otro ritmo del cuerpo, pueden percibirse como una respiración (por lo que también se les llama Respiración Primaria), con sus correspondientes fases de inhalación, exhalación (expansión, contracción). Que se despliegan según el paradigma holográfico, donde cada parte es una expresión del todo y a su vez, tiene la totalidad expresada en ella. Como fractales, en los que unas están contenidas y a la vez contienen a las otras.
Podemos hablar así de “marea dentro de mareas”, y de tres niveles distintos de trabajo y de percepción: La Marea Larga, la Marea Media y el Impulso Rítmico Craneal.